jueves, 17 de junio de 2010

Notiecológicas

"Me he sumergido en el océano que muere"
Por: Philippe Cousteau


Su padre Philippe Cousteau ha muerto durante una de sus legendarias expediciones oceánicas seis meses antes de que él naciera. Su mejor amigo y socio Steve Irwin ha expirado delante de sus ojos después de una inmersión en los abismos, cuando una raya gigante le perforó el corazón mientras filmaba la serie Ocean's Deadliest. Pero aunque su vida haya sido marcada por tantas tragedias submarinas, nada hubiera podido preparar a Philippe Cousteau Jr. para la devastación que ha encontrato visitando el Golfo del México en varias misiones de socorro.

“Mi abuelo y mi padre se habrían estremecido a la vista de la marea negra”, cuenta el joven de 30 años heredero de la legendaria dinastía de exploradores y oceanógrafos, de la que es portador a través de la Earth Echo International y Azure Worldwide, dos organizaciones sin fines de lucro que él ha fundado. Desde el comienzo del más grave desastre ambiental de la historia, el ecologista franco-americano ha ido varias veces a la zona del desastre. “Cada vez he fotografíado una situación peor”, explica “no es para nada verdad que hayamos empezado a resolver la situación”.


El optimismo de la BP lo desconcienrta. “En la última inmersión he sido asaltado por bancos de crudo a una profundidad de 20 metros”, revela Cousteau, “el petróleo ya no está solo en la superficie porque el aditivo químico usado para que se disuelva ha sembrado una propia y verdadera sopa roja tóxica en el fondo marino, aún más venenosa que la inicial”. Para sumergirse ha tenido que ponerse un traje especial Hazmat estilo astronauta: “Si no lo hubiese hecho, me hubiera muerto envenenado”.

Precisamente como tantos animales que ha intentado socorrer en vano. “Garzas, golondrinas de mar, pelícanos, tortugas, todos envueltos en un maloliente y viscoso manto marrón al que nadie, hombre o animal lograría sobrevivir”. La última vez que se ha sumergido en el corazón de la mancha ha tenido miedo. “Me han venido encima violentas ráfagas de petróleo granulado parecido a una lluvia de meteoritos. Cuando he salido a la superficie, todo pegajoso y resbaloso como la mantequilla, he tenido que someterme a una ducha depuradora. Porque basta un residuo para contraer horribles quemaduras en la piel”.

El descubrimiento más desolador ha sido en los legendarios pantanos de Louisiana protegidos por la Convención internacional de Ramsar, habitat de pájaros acuáticos y lugar de gestación para todos los animales marinos. “He recogido calderos de petróleo que se habían infiltrado entre la hierba y los Manglares de los pantanos. El 40% del total de Estados Unidos – que desde hace milenios son el vivero de los océanos”. Video: http://www.youtube.com/watch?v=kOkPGnaXsg8&feature=related

“Es como si hubiesen envenenado la unidad de maternidad de todos los grandes hospitales americanos”, precisa “millones de gambas, pájaros, peces, no verán nunca la luz por culpa de ellos”. Sin embargo usando el disolvente en la dispersión, la PB dijo que servía precísamente para proteger los pantanos, impidiendo al petróleo que llegase a las Wetlands de Louisiana. “El disolvente vuelve más espesa la mancha negra, descomponiéndola en muchos pequeños proyéctiles pesados que se hunden”, recalca Cousteau “Lo cual ha creado un problema insuperable para los peces grandes y pequeños que nadan en las profundidades marinas y para las bacterias y las algas de las que se nutren”.

En la víspera de su nuevo viaje a la región es pesimista. “Es un drama sin salida, créame”, suspira “porque esas bombas tóxicas navegarán, transportadas por las corrientes, hasta la noche del mundo. Y en todos los océanos, no sólo los americanos.
Por: Alexadra Farkas: www.ecoportal.net  

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