martes, 29 de noviembre de 2011


Aprendamos de las civilizaciones pasadas

Como señala Jared Diamond en su libro “Colapso”, algunas de las primeras sociedades que se encontraron con problemas del medio ambiente fueron capaces de cambiar sus formas a tiempo para evitar la decadencia y su colapso. Hace seis siglos, por ejemplo, los islandeses se dieron cuenta de que el pastoreo excesivo en sus tierras altas cubiertas de hierba estaba conduciendo a la pérdida extensiva del los finos suelos de la región. En lugar de perder los pastizales y enfrentarse al declive económico, los agricultores se unieron para determinar cuántas ovejas podían mantener las tierras altas y, a continuación, asignaron cuotas entre ellos con el fin de preservar sus pastizales. La producción de su industria lanar hoy sigue prosperando.
No a todas las sociedades les ha ido tan bien como a los islandeses. La civilización sumeria del cuarto milenio antes de Cristo había avanzado mucho más allá de las que habían existido antes. Su sistema de riego, de cuidada ingeniería, dio lugar a una agricultura altamente productiva, que permitió a los agricultores a producir un excedente de alimentos, apoyando la formación de las primeras ciudades y el primer lenguaje escrito, con caracteres cuneiformes.
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Por: Revista Ecogaia.com. Editorial

jueves, 17 de noviembre de 2011


Agricultura industrial, agricultura ecológica y consumo responsable

Lo que realmente define a la agricultura industrial es que persigue la intensificación de la producción, como en cualquier otro proceso industrial, con lo que la alimentación se convierte en una mercancía y la única condición de la producción alimentaria es obtener cada vez más beneficios económicos. La tecnología suministrada por la agricultura industrial (como fertilizantes químicos, plaguicidas, invernaderos…) barre los límites “tradicionales” de la producción para asegurar que la productividad sea cada vez mayor, independientemente de otras consideraciones, como la salud de la tierra o de los consumidores.


La agricultura industrial se ha asociado desde el principio con el concepto de “modernización”, considerado positivo, en contraposición a las prácticas tradicionales, “obsoletas”. 

Esta “modernización” implica el uso de semillas híbridas y agroquímicos (por lo que la agricultura industrial también se denomina agricultura química). Pero lo que realmente define a la agricultura industrial es que persigue la intensificación de la producción, como en cualquier otro proceso industrial, con lo que la alimentación se convierte en una mercancía y la única condición de la producción alimentaria es obtener cada vez más beneficios económicos.

Pero la agricultura industrial también recibe el respaldo de las administraciones públicas, que apoyan su implementación para dirigir la agricultura al mercado urbano primero y global después, como mandan las políticas capitalistas globalizadoras; y aunque las administraciones públicas han establecido regulaciones con respecto a la protección de la salud de los consumidores a lo largo de todo el proceso agroalimentario, la realidad es que siguen produciéndose crisis debido a la propia dinámica industrial (vacas locas, dioxinas…).

La agroindustria de nuevo propone la “modernización” como solución a los problemas que ella misma genera: se aportan soluciones tecnológicas y se externalizan los problemas hacia fuera del sistema productivo y hacia el futuro, con lo que éstos se agravan en lugar de resolverse. Una consecuencia es que los agricultores son cada vez más dependientes del mercado, no sólo para vender sus productos sino también para obtener suministros. Al consumidor, por tanto, cada vez se le cierran más vías para intentar acceder a productos fuera del circuito de la agroindustria, que además cuenta con un instrumento hegemónico muy importante: la publicidad. 

La agroindustria se sirve de ella no sólo para vender sino para crear una ideología basada en necesidades, muchas veces ficticias, que se satisfacen consumiendo. Utiliza las opiniones de expertos y las recomendaciones alimentarias de las autoridades para avalar sus productos. Poco importa la salud de los consumidores ni las consideraciones ecológicas o sociales, porque el hecho es que la mayor parte de la publicidad está dirigida a productos con alto contenido en azúcares y grasas, que además son los más baratos de producir, y cuyo consumo es una de las causas principales del aumento de la obesidad en los países desarrollados.
Por: Ana Grandal. Ecoportal.net
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martes, 8 de noviembre de 2011


Alimentos y cambio climático: el eslabón olvidado

El sistema agroalimentario mundial es una de las causas importantes del calentamiento global. Un nuevo sistema alimentario podría ser un promotor clave de soluciones al cambio climático. Si se toman medidas para reestructurar la agricultura y el sistema alimentario mundial en torno a la soberanía alimentaria, a la agricultura en pequeña escala, a la agroecología y los mercados locales, podríamos cortar a la mitad las emisiones globales de gases con efecto de invernadero en unas cuantas décadas.

Los alimentos son un promotor clave del cambio climático. El proceso industrial entre que se producen los alimentos hasta que terminan servidos en nuestra mesa provoca cerca de la mitad de las emisiones de gas con efecto de invernadero generados por los humanos. Los fertilizantes químicos, la maquinaria pesada y otras tecnologías agrícolas dependientes del petróleo contribuyen significativamente. El impacto de la industria alimentaria como un todo es incluso mayor: se destruyen bosques y sabanas para producir forrajes animales y se generan deshechos que dañan el clima por el exceso de empaques, procesado, refrigeración y transporte de los alimentos a grandes distancias, a pesar de que millones de personas continúan con hambre.


Un nuevo sistema alimentario podría ser un promotor clave de soluciones al cambio climático. La gente por todo el mundo toma parte en luchas por defender o crear nuevas formas de cultivar o compartir alimentos que sean mucho más sanos para sus comunidades y para el planeta. Si se toman medidas para reestructurar la agricultura y el sistema alimentario mundial en torno a la soberanía alimentaria, a la agricultura en pequeña escala, a la agroecología y los mercados locales, podríamos cortar a la mitad las emisiones globales de gases con efecto de invernadero en unas cuantas décadas. No necesitamos mercados de carbono ni remiendos tecnológicos. Requerimos políticas acertadas y programas que erradiquen el actual sistema alimentario industrial creando en cambio uno que sea sustentable, equitativo y verdaderamente productivo.
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Por: GRAIN: ecoportal.net